Tierra inventada en la que crecí. El Colón donde me eduqué se componía de gente noble, solidaria, respetuosa, digna, leal, humilde, trabajadora, ética y heterogénea. Estudiantes de todos los niveles con ideales, intelectuales con ambición de superación, maestros y profesores de vocación rodeados de historia. Niños que en días de verano volamos cometas frente al mar, pescamos, jugábamos béisbol, hacíamos carreras de relevo, vendíamos rifas para hacer pequeñas reuniones con cool aid, hacíamos caminatas, fogatas, patinábamos.
En días de lluvias torrenciales competíamos con barcos de papel. Estos barcos flotaban con las corrientes y se perdían de vista al caer en los desagües. Reaparecían saliendo de enormes tubos que desaguaban en el mar por las corrientes de agua de lluvia. Pueblo alegre, pueblo de lucha. Todo trabajo era digno y respetado ya fuera conduciendo una chiva, vendiendo raspado, empujando una carretilla cambiando naranjas y mango por botellas de vidrio, repartiendo leche de día y enseñando a tocar guitarra de noche.
Muchos de estos trabajadores lograron que sus hijos se hicieran profesionales a punto de trabajo y de sacrificio de sus padres. El sentido de responsabilidad era evidente. Se decía que los parques estaban llenos porque la gente se turnaba para dormir. A las ocho de la noche sonaba un cacho y los niños se recogían; todos a su casa.
Sentí el comienzo de la decadencia por los años de la dictadura. La población crecía atrapada en un pequeño espacio de 16 calles y 9 avenidas. Comenzaron a sacar a la clase media que habitaba Fort De Lesseps, derrumbaron en ese lugar sin son ni ton viviendas de madera de dos pisos que en otra época usaron los americanos y comenzó el éxodo hacia Panamá. Decayeron los teatros, los restaurantes, los almacenes, las escuelas.
Comenzaron a llegar comerciantes con otras costumbres y se comenzó a ir la gente que tenía años afincados buscando mejores colegios y calidad de vida en la capital. En pocas palabras el motor humano que impulsaba el desarrollo abandonó la ciudad.
Como panameña, como colonense siento vergüenza de lo que hicimos con este pueblo noble descendiente de los que ayudaron a construir el Canal de Panamá por falta de respeto y de interés humano.
Autora: Sonia Ehlers, Escritora panameña.
Publicado en Facebook por primera vez el 27 de julio de 2019 y republicado en Facebook por segunda vez el 27 de julio de 2021.