He tenido el honor que dos estudiantes Ngäbe femeninas me solicitaron que les orientara en su servicio social universitario: la ahora licenciada y profesora en Geografía e Historia, Feliciana Cueva y Fidelina Bura, ahora estudiante en cuarto año de la Escuela de Geografía e Historia.
En el caso de Feliciana Cueva, fue un servicio social externo, en la Barriada 19 de Abril (antes denominada Barriada Guaimí), Llano Grande Arriba, Las Lomas. Promovimos el uso de un secador solar que había sido diseñado por la Licda. Clarissa Ayala, en su tesis de graduación en Tecnología de Alimentos, Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, UNACHI. La Ingeniera Agrónoma Yoira Gaytán, exalumna mía de la Escuela de Desarrollo Agropecuario, Facultad de Ciencias Agropecuarias, Universidad de Panamá, me había comentado sobre esa tesis y que hacía falta realizar la labor de extensión para promover el uso de este secador solar.
Feliciana organizó un grupo de estudiantes, la mayoría Ngäbe, y aceptaron la propuesta que les hice del secador solar, que construyó Tomás Frías, un ebanista de San Félix, quien hizo el original de cuatro niveles; pero, que la estudiante Ngäbe Omaira Prado propuso que fuera solo de dos niveles, cuando fuimos a contratar al ebanista.
La entonces estudiante y ahora Licda. y Profesora de Geografía e Historia, María Arcia, de Santo Tomás, propuso que también se sembrara sagú en el patio del Centro Educativo Comunitario en la Barriada 19 de Abril, un tubérculo que su madre siembra en Santo Tomás y que lo pulveriza y convierte en crema para el desayuno.
En el caso de Fidelina Bura, oriunda de Ño Kribo, un distrito caribeño de la Comarca Ngäbe Buglé, fue un servicio social interno, en el Jardín Botánico de la UNACHI, que coordina el Biólogo Enrique Caballero, Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, UNACHI. Se hizo un semillero de caobo criollo en el vivero del programa de reforestación de MIAMBIENTE que coordina el Ingeniero Agrónomo Cornelio Franco, Departamento de Geografía, UNACHI. Además, se sembraron plantones de la palmera de sombra Chamadorea tepejelote, cuya inflorescencia masculina la come la etnia Ngäbe y le llaman “macarrones indígenas”. Tiene un alto valor nutritivo: 26 % de proteína y rica en fósforo y calcio. Pueblos originarios desde Méxíco hasta Brasil la comen; los Maya le llaman “alimento de reyes”.